Jesús Dorao Lanzagorta, Senior de SECOT Bizkaia
La empresa en estos comienzos del siglo XXI ha experimentado cambios de tipo cualitativo que eran inconcebibles hace todavía una generación.
Su tendencia al dinamismo, sus incrementos espectaculares en la productividad, la creciente competitividad, la introducción de conceptos como el de la “calidad total”, han transformado el perfil del empresario tradicional hacia fórmulas nuevas y en algunos casos revolucionarias. Este empresario personaliza el esfuerzo humano tanto en su faceta física como intelectual que tiene dos vertientes distintas que son conocidas y definidas hace más de dos mil años en la civilización greco-latina.
Las élites griegas entendían por “ocio creador” la búsqueda del pensamiento, en el que están fundamentados los cimientos de la civilización occidental.
Los romanos distinguían los conceptos de trabajo (de la palabra tripali, un instrumento de tortura), que tiene raíces en la maldición bíblica de “comerás el pan con el sudor de tu frente”, y negocio (nec-otium) de profundo sentido vocacional, el esfuerzo se confunde con el juego, con el ocio creador.
La raíz ética y filosófica del capitalismo moderno, tiene un origen calvinista, el trabajo honrado de toda una vida conduce al triunfo material, como antesala de la predestinación en esta tierra.
El riesgo, el esfuerzo, el sagrado derecho a arruinarse, son los ladrillos con los que se construye el edificio del emprendedor, del empresario. El profesor Von Birk resumió en una brillante frase este fenómeno de la prosperidad: “El dinero es el artículo mágico, la lámpara de Aladino del mundo moderno”.
La faceta negativa de este problema está resumida en el irónico concepto del humorista Julio Camba “no hay sudor que gratifique más que el del prójimo”. “Vivirás con el sudor del de enfrente, nunca con el de tu frente.
Este es el cáncer que corroe la atractiva figura del empresario, imprescindible, personal y socialmente, como fuente de riqueza y de progreso, y la que hace exclamar a Papini “el dinero es el estiércol del diablo, que transforma a los seres humanos en aterradoras máscaras negras”.
Esta faceta es la que sirvió a Carlos Marx para la elaboración de sus tesis de las “plusvalías” y la que provoca tantas injusticias en el capitalismo sin grilletes, como lo define Schumpter.
Retomando el tema de la evolución de la Empresa en su contexto actual, es necesario llevar a cabo un brevísimo repaso del entorno que nos rodea. Somos herederos directísimos del siglo XX, que desde un punto de vista histórico es probablemente el más apasionante en la herencia humana, con sus tremendas contradicciones y sus claroscuros de notables contrastes.
Desde el punto de vista económico, el primer mundo ha avanzado en esta centuria desde el subdesarrollo hasta la era del gran consumo.
Las palancas fundamentales han sido los avances tecnológicos, la formación del capital humano, y la innovación. Ha sido el siglo del átomo, de la teoría de la Relatividad de Einstein, de la mecánica cuántica, del Bing-Bang, de la teoría de la incertidumbre de Heisenberg en el mundo físico, del descubrimiento del chip, de la realidad virtual, de la informática en el campo electrónico, del gen y del ADN en la biogenética, por citar solamente algunos aspectos relevantes en la lista interminable.
En el campo social, la conquista fundamental es la emancipación de la mujer y el establecimiento en el orden jurídico de la Declaración de los Derechos Humanos, y el establecimiento del Estado del Bienestar. Éticamente, frente a conquistas indudables nos enfrentamos con las dos guerras mundiales, con innumerables conflictos a lo largo de todo el siglo, con tiranías y salvajismos de todo orden, con el fortalecimiento de la delincuencia y el terrorismo a nivel universal, con la modificación del ethos individual y colectivo, lo que en algunos aspectos ha supuesto progresos indudables, pero en otros claras regresiones.
Desde el punto de vista empresarial, hay que resaltar la aceleración de los tiempos y la irrupción de la denominada tercera ola, en expresión de Alvin Toffler.
Hace aproximadamente doce mil años, la humanidad creó la agricultura, y comenzó a escribir la Historia, después de millones de años de lenta evolución. En 1750, la invención de la máquina de vapor inició la Revolución Industrial (la segunda ola), que ha durado aproximadamente 225 años.
En 1975 se inició la Revolución Postindustrial, con la aparición de los llamados sectores “aurora”. Telecomunicaciones, informática, microelectrónica, robótica, nuevos materiales, biogenética, aeroespacial, Internet, etc, con un cambio tan fulminante que nos hace pensar qué destino nos deparará el futuro.
La conquista del espacio, la energía de fusión, el mundo de la información, la biogenética, son algunos de los campos que nos pueden llevar al reino de la fantasía, pero el futuro del siglo XXI y posteriores, están aún por escribir.
Todos estos avances han recortado desde un punto de vista práctico, el espacio y el tiempo, en nuestro Planeta Tierra, se vive más deprisa, se viaja más deprisa, y el estrés es la enfermedad de nuestra época. El mundo en que vivimos se nos está quedando pequeño, y hasta empiezan a surgir temores (medioambientales, efecto invernadero, etc.), que temen por su supervivencia.
Hemos creado “la aldea global” con sus enormes ventajas y sus tremendos interrogantes.
Desde el punto de vista económico, el horizonte del siglo XXI, se han impuesto las reglas de la economía de mercado, con importante presencia de la empresas multinacionales, y transnacionales con espectaculares incrementos del Comercio Mundial, con una interdependencia creciente de los Estados, con aumentos exponenciales en el nivel del Bienestar, con un desarrollo tecnológico de carácter “cuasi ilimitado”. Hemos inventado el arte de inventar. Se argumenta como contrapartida, que frente a la confrontación Este-Oeste, que desapareció con la caída del Muro de Berlín, está vigente otra confrontación, posiblemente más peligrosa, la del Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado, con la carga de injusticia de extrema pobreza y desigualdad, con el estancamiento del Tercer Mundo y con las amenazas que gravitan sobre el Planeta, y que fueron puestas de manifiesto por los ideólogos del Club de Roma, en su obra “los límites de crecimiento” y el “mundo en la encrucijada”.
Este esquema Norte industrial-Sur atrasado responde en parte a la verdad, pero resulta simplista y hay que matizarlo. El Norte industrializado no comprende exclusivamente al ámbito geográfico de la Europa Occidental y América del Norte. Naciones como Japón, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Brasil, etc., forman parte del Primer Mundo; es más, grandes países como China, India, todo el área del Extremo Oriente, los célebres Cinco Dragones, se están incorporando gradualmente al Primer Mundo.
A largo plazo, la cuenca del Pacífico, jugará un papel decisivo en la Historia del siglo XXI. Latinoamérica es un capítulo aparte, forma un Continente con grandes riquezas y enormes potenciales de crecimiento, pero se oponen formidables obstáculos como la falta de capital humano, las desigualdades, personales, sectoriales y regionales, la desorganización de los Estados, la inestabilidad política, corrupción, deuda exterior ocasionada en parte por la evasión de capitales y en el otro extremo el populismo desenfrenado. Es el caso más claro de que la principal culpa no reside en el Primer Mundo, sino en sus propios problemas estructurales e institucionales.
El continente africano es el caso más dramático, los Jinetes del Apocalipsis se ciernen sobre estos atormentados países, con solución extraordinariamente compleja y de muy largo plazo.
El mundo islámico no puede clasificarse de una manera homogénea, países como Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes, Irán, Indonesia, no pueden clasificarse como Naciones atrasadas. Existe, por tanto, una gran heterogeneidad.
Precisamente, el mundo Islámico, es el ejemplo más claro de los obstáculos de orden extraeconómico, que se enfrentan al denominado concepto de la Aldea Global.
Las diferencias ideológicas, religiosas, culturales se oponen frontalmente a la globalidad.
¿Qué diferencia histórica, cultural hay entre algunos pueblos islámicos y africanos y el Occidente Euroamericano? Sencillamente abismal. Por eso no faltan opiniones que auguran el choque de las civilizaciones.
El siglo XXI es una medida del tiempo de tipo cronológico, pero no cultural. Siendo radicales y un tanto simplistas, podríamos afirmar que algunos pueblos islámicos se encuentran en la Edad Media, y los pueblos africanos en los comienzos del Neolítico.
Descrito de una manera tal vez prolija, los parámetros del juego en que nos movemos a escala internacional, vamos a retornar a “las reglas del juego” en que han de moverse necesariamente nuestros jóvenes innovadores.
El primer aspecto es el vocacional. Hay que poseer un don natural, una personalidad especial, que no es común para ser un auténtico empresario.
En segundo lugar, hay que imponerse una disciplina draconiana, esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo, (el ICTISAN de los árabes), esfuerzo continuo, sin poner cortapisas al tiempo, y sacrificando muchos aspectos de tu vida.
En tercer lugar hay que tener una idea, un proyecto o por lo menos una aspiración. “Solamente sopla viento favorable para aquel que sabe a donde va”, sentenciaba Séneca hace 2000 años.
El saber a donde vas, no exige un punto concreto de manera estricta, sino se trata de moverse en el entorno, y en la mayor parte de las ocasiones hay que actuar por aproximaciones sucesivas (el llamado método iteractivo).
Con respecto a las orientaciones externas que el aspirante a empresario o ejecutivo puede encontrar, afortunadamente, en el momento presente, múltiples asesoramientos, muchos de ellos gratuitos (Secot es un ejemplo).
La existencia de Internet (auténtica red de autopistas de la información) facilita extraordinariamente la tarea, pero desde un mundo apabullante de INFORMACION, es cada vez más imprescindible la Formación.
La sociedad demanda imperiosamente la existencia de emprendedores y son cada vez mayores las ayudas directas y las soluciones que los Organismos están dispuestos a conceder, siempre que el Proyecto sea coherente y eventualmente rentable.
Sin embargo, existe una trampa ostensible, la de que el aspirante tenga la tentación de apropiarse exclusivamente de las ayudas o subvenciones. Es esta sociedad en que se respira por todos los poros el ambiente del “Estado del Bienestar”, la tentación del “a mi que me den” es casi irresistible.
Si como hemos afirmado anteriormente, vivimos en una economía de servicios, sectores terciario y cuaternario, hasta el extremo de que en Estados Unidos, la población activa supone del setenta y cinco hasta el ochenta por cien, las oportunidades para la creación de pequeña y mediana empresa de servicios tienen que proliferar.
En el actual contexto de la economía de mercado, las reformas tendentes a la flexibilidad son esenciales. La burocratización es la gran enemiga de la expansión de la riqueza y el empleo. La figura de Kafka está todavía viva en muchos países adelantados y las lacras que lleva inherentes son un tormento para los ciudadanos y retrasa y dificulta la labor de creación de empresarios y emprendedores.
Los poderes públicos deben actuar en sentido contrario al de poner trabas burocráticas. Y su obligación es flexibilizar y orientar.
Esta labor de encauzamiento es esencial. Los Poderes Públicos tienen que orientar a los jóvenes tanto emprendedores como trabajadores, a los que piensen actuar por cuenta propia como ajena y suministrarles los mayores conocimientos posibles sobre las necesidades de mercado en las cambiantes fórmulas del consumo y de la evolución de la tecnología, como en las necesidades del mercado laboral.
La vocación es importantísima porque el ser humano que está contento con su trabajo rinde más, y puede conseguir la mayor de las aspiraciones: la felicidad y el sentido de su propia importancia.
Pero los anhelos personales hay que compatibilizarlos con las necesidades materiales. Por ello es importante que los jóvenes posean una buena dosis de pragmatismo.
En este equilibrio entre lo vocacional y lo pragmático, la sociedad española en general y la vasca en particular, han tendido a magnificar a las carreras clásicas, a los titulados superiores, con un cierto olvido por la formación profesional.
Afortunadamente esta tendencia está cambiando de manera acelerada. La formación profesional tiene cada vez más aceptación social.
A medio y largo plazo la actual inquietud entre los jóvenes por encontrar un empleo digno y adecuadamente remunerado juega contra el afán del emprendedor.
Las tendencias demográficas y el desarrollo tecnológico irán cerrando la lacerante herida del paro. Sin embargo, siempre existirá el denominado paro tecnológico, funcional o de adaptación.
Las bolsas de pobreza y de lumpenización es posible que se agranden, para aquellas personas que carezcan de cualquier tipo de formación intelectual y de capacitación profesional. El analfabetismo estricto y el analfabetismo mental o de segunda especie van a ser letales, para los seres humanos que lo padezcan.
En el extremo contrario encontramos el sector de las nuevas tecnologías, se impone entre los nuevos yacimientos de empleo.
En la oferta laboral actual se observa un predominio de puestos con mayor Valor Añadido para la nueva economía, donde los perfiles vinculados al sector de las Tecnologías de la Información y Comunicación, son las que más ofertas de empleo generan, superando el 25% del empleo generado en España.
El sector de las Telecomunicaciones (10,37%) Informática (8,64%), y Consultoría (6,45%), configuran el 25,46% .
En el año 2003 los empleos asociados con las Tecnologías de la Información alcanzaron en Europa los 11,3 millones con un incremento del 7,2% con respecto a los 9,2 millones del año 2000. En el caso español este incremento alcanzó el 8,5%.
El Libro Blanco del crecimiento, competitividad y empleo de la Comisión Europea, apunta de una manera especial a la Sociedad de la Información. Entre los objetivos del plan destacan “el desarrollo del espíritu de empresa entre los jóvenes así como sus capacidades de explotar las nuevas tecnologías”. Hay que convencer a los jóvenes que el futuro es más halagüeño de lo que intuyen. En ellos se va a cumplir que la palanca que ha movido las civilizaciones es ”a mayor incitación, mayor esfuerzo”.
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